sábado, 18 de junio de 2016

Capítulo 6: Las aventuras hacen desaparecer la soledad · Chapter 6: Adventures loneliness make disappear

Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Picaban a la puerta con los nudillos. Era un sonido que le era familiar, aunque llevaba tantos años sin escucharlo que sintió como si las vibraciones hubiesen estado congeladas en su interior hasta ese momento. Ahora, en el cuarto Toc, sentía como si en ella se hubiese iniciado una especie de movimiento... poco a poco, poco a poco, todo se iba (re)moviendo. Esa energía había despertado otra energía... y sucesivamente se vio envuelta en una especie de ensoñación en la que todo en ella eran muros que se destruían al paso de ese sonido. Toc. Toc. Toc. ¿Hay alguien en casa? ¿Estás ahí?- Una voz masculina y profunda había empezado a impacientarse en el umbral de su puerta. También era reconocible, antigua. Puede que la hubiese olvidado durante algún tiempo, puede que la hubiese enterrado entre susurros de otras voces. Y ahora, de repente, otra vez el vello del brazo empezando a levantarse como la fideuá de su madre al contacto con el calor del horno. Se levantó y abrió la puerta. Reconoció enseguida el rostro que tenía delante. Era Pablo. Su cara siempre le había recordado a un personaje de libro que leyó de joven, uno de esos personajes de novelas de amor que tanto le gustaban de adolescente. La primera vez que lo vio pensó que era el chico más guapo que había visto nunca. Ya no pudo articular palabra en todo lo que duró la tarde en el Tibidabo. Solo podía escucharle hablar y escucharle reír. Y escuchar cómo le tomaba el pelo a las otras chicas, a las chicas guapas del grupo. Desgraciadamente, ella no estaba entre ellas. Así que Pablo no se dirigió a ella para nada en toda la tarde, más que una vez en la que la boquilla del cigarro se le cayó de los dedos y fue a parar justo a los pies de ella. La miró, y esbozó una sonrisa amable. Más amable de lo que ella hubiese imaginado jamás de un chico así, de ojos profundos y dientes perfectos. A partir de ahí, de ese cruce de miradas entre adolescentes extrañamente opuestos, se abrió una especie de agujero, como los que a veces se hacen en la vida, en donde ella y él podían vivir en una especie de agujero negro y en el que sus vidas eran perfectamente compatibles. Pero cuando Mía abría los ojos la realidad era distinta. Pablo seguía tomándole el pelo a Marta, de la que todo el mundo decía que tenía una mirada que podía enamorar a cualquiera, hoyuelos deliciosos, olía a fruta fresca. Y Pablo a madera recién cortada. Eran la pareja perfecta. Marta y Pablo se enrollaban sin decoro en todas las esquinas. Eran jóvenes. Mía también lo era. Y su fuego iba creciendo cada vez que veía aquellas lenguas jóvenes y frescas que se mostraban sin vergüenza al mundo. Que babeaban de exceso de hormonas. Mía lamía sus labios como si aquellos besos fuesen para ella. Y pronto aprendió que esperar a alguien que está tan entretenido entre las faldas de las mujeres era inútil. Así que empezó a decir que sí a pasar el rato en el parque. Empezó a decir que sí a las manos ansiosas entre las piernas. Dijo que sí a los rollos en el césped, a follar en la cama de los padres de unos y de otros. A las invitaciones al cine para sentarse en la última fila a meterse mano. Aprendió a escuchar palabras hermosas, a pensarlas y a despensarlas. Así pasó el tiempo nadando entre el amor que sentía por Pablo, con el que solo se había cruzado aquella mirada que abrió aquel agujero por el que se coló la vida y el amor de los espíritus que se iba encontrando en el camino, por los que no podía decir "no siento amor" pero podía reconocer que no era un agujero por el que se colaba el universo. Los agujeros negros son muy complicados. Y abrir aquella puerta, y ver su cara, abrió de nuevo aquel agujero que ya era agujerito después de tanto tiempo. Agujerito que como toda energía no tiene límites. Que como todo agujero que se precie es tan oscuro que no se ve el fondo. Aunque el fondo esté muy cerca. Cuánto tiempo Mía... Hola Pablo. Pasa. ¿Cómo estás? ¿Quieres tomar algo? Bueno, sí. Lo que tengas. Una cerveza. No sé. O te acompaño en lo que quieras.

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