Ahora lo entiendo.
No era a mí a quien le gustaban aquellas cosas.
No era a mí a quien le gustaban las puestas de sol y el mar.
Ni los deportes. Ni la política.
Ni las noches de fiesta.
Ni el sol hasta hartarnos.
Era a ti.
Aquella no era yo, y tú lo sabías.
Ya no pasa nada. Pero vaya. Darse cuenta un día de que aquella no era yo. Vaya.