martes, 27 de marzo de 2018

Chapter 23: the transmutation / Capítulo 23: la transmutación

La transmutación duele.
Transformarse en la bestia no es agradable para nadie. Y no es que la bestia sea algo nuevo. La bestia siempre ha estado ahí.
Y, la bestia, también posee mirada noble, y también sufre.
Cuando te conocí, nos transformamos en lobos. En una pareja de lobos que miraban en la misma dirección.
Corríamos. Intentábamos adelantar a la vida, que te engulle.
Intentaba no poner mis patas entre tus patas. Y, así, no nos caíamos. No tropezábamos.

Tu velocidad me daba velocidad. Me hacía querer correr más y más rápido. Y, de repente, hacíamos un alto en el camino para mordernos las orejas y jugar.
Jugábamos a ser cachorros. Saltábamos en los descansos. Nos lamíamos. Te quería. Te amaba. Amaba tus garras y amaba los pelitos que te crecían entre los deditos de las patas.
Y escuchaba tu perfecto aullido tumbada entre la hierba, en paz.
Éramos dos. Los dos, y la vida. Las bestias que éramos en el pasado se habían adormecido levemente. Y nacían de nosotros criaturas desconocidas y torpes. Que intentaban vivir desde la inocencia y el amor.

La decisión de darme fue una decisión grande. Darme a ti. Confiar otra vez. En que la bestia desaparecería y mi vida sería dulce. Y estaría ordenada.
Y no habría mordeduras, arañazos, golpes, sangre ni daño alguno. Estaba segura entre tu pelaje.

Me di. Inicié la carrera contigo. Decidí que podía volver a dormir acompañada. Que no me importaba compartir de nuevo los espacios. Ni las palabras ni lo silencios. Las decisiones. Que otra vez podía proponer planes y tener sueños.

Empecé a ilusionarme. Empecé a pensar que una vida juntos era más vida. Y me calmé. Estábamos juntos y la carrera ya no me dolería tanto en las patas. Porque la ilusión es como una droga. Es como una anestesia contra el dolor y los contratiempos, las pequeñas piedrecitas que te vas clavando en el camino se quedan en nada. Las sacudes y punto.

Cada vez que la vida te pone un contratiempo, es cansado, duele, pero lo superas. Es la vida.
Pero darte a alguien. Confiar en que quieres hacer equipo con esa persona. Contigo. Confiarte mi bienestar y empezar a ver que nos poníamos la zancadilla a propósito porque estábamos acostumbrados a correr solos, y ocupábamos demasiado. Eso sí fue una sorpresa.

Una sorpresa que inicia la dolorosa transmutación.

Una vez hayamos acabado esta transmutación, será muy complicado volver a vernos como miembros de la misma manada. Lo sé.

Seremos bestias. Con sed de sangre. Las bestias vagan solas, entre gritos. Porque su existencia está ligada a la herida y al dolor.

Ya nos hemos traicionado. Y ahora vagamos solos. Cada día un poco más incomprensibles. Sin ganas de expresarnos. Con la mirada perdida y los ojos llenos de rabia.

Ya no tengo ganas de correr. Camino cansada y me escondo entre los matojos para ver si saltando encima de otras presas el odio de la traición se hace más pequeño. Pero no sucede.

martes, 20 de marzo de 2018

Chapter 21: Welcome to the meridian / Capítulo 21: Bienvenida al meridiano

Transitar.
Conocer.
Hablar demasiado.
Sentir poco.

Tiene sus consecuencias.

Cuando pretendes transformar el amor en otra cosa. Tiene sus consecuencias.

Y todos pretendemos transformar el amor en otras cosas.

Y nuestras pretensiones son tan grandes como nuestro Ego.

Por eso estamos Aquí y Ahora.

Y por eso casi no entendía nada, hasta que abrí los ojos. Respiré. Y me vi despierta en el mundo. Y contigo. Y conmigo.

Éramos lo más importante.

Pero hay una misión más grande. Que lo trasciende todo. Que hace brillar nuestro cuerpo. Una misión que solo entenderemos al cruzar esta línea, que parece un cristal infranqueable de ideas. Opiniones. Gritos. Sonrisas. Gemidos.

Hay formas que van cambiando y somos como la plastilina.

Te miro a los ojos, algún que otro día, y me conformo con no entender nada. Tengo la mente llena de vida, y me conformo con no entender la tuya en la mía. Y ese gesto de amor se queda en nada en cuanto me tocas y comprendo que eres la comodidad del hogar. El olor a bizcocho. El lugar donde volver cuando hace frío. La mantita de ositos de color azul que arrastrabas de pequeño allá donde fueses. El café. El café que te hacía tu madre los días de exámenes importantes. El bocadillo del almuerzo en papel de plata que llevabas al colegio. Ese bocadillo siempre estaba listo, siempre. Sin pedir ni nada.

Eres los ojos que pretendo encontrarme cuando estoy confusa o perdida. Confío en tu mirada sabia y tranquila de perro leal.

Pareces un perro pero eres el lobo. Y eso es algo que no puede evitarse. Cuando cruce la línea te veré del todo. Quedará lo que eres al descubierto, sin arquetipo posible. Sin juicio. Sin estudio. Sin palabras.

Serás tú. Y serás conmigo. Porque nunca hubo otra salida sino la que teníamos ante los ojos.

Saber mirar es el arte del sabio. Y si te quedas en silencio, si sigues a tus pies sin pensarlo, acabarás donde todo empezó.


Mía en el Meridiano
Mía sabe que la rutina es la magia de la vida. 

Así que se dispone a empezar. A pesar de que su cerebro arde como una lavadora a la que se la quedado el programa atascado y no puede parar. Centrifuga una y otra vez las ideas, las situaciones y las decisiones. Y al final todo se convierte en una amalgama de ropa mojada que no tiene tiempo de tender adecuadamente. 

Su madre la enseñó a poner la lavadora y a tender la ropa. 

María, su madre es bajita, 160 centímetros. Su mirada es dulce y sus manos pequeñitas y regordetas. Pero son manos de madre. Que agarran, que arropan, que acogen. Acarician. Su madre es una caricia que se extiende aquí y allá. Es La Madre. 

Mía la observa, pequeñitas las dos. No tiene otra cosa que hacer. Ha acabado de pintar y los niños en la calle juegan a cosas que se le hacen incomprensibles, aburridas, huecas. Prefiere estar allí, en la terraza con su madre con diez años. Aprendiendo a poner la lavadora y a tender la ropa. Dos actividades que le serán muy útiles en el futuro. Su madre le habla muy dulce. La música de su padre sube desde el piso de abajo. Las dos tienen esa música en la cabeza todo el tiempo. El ritmo del Padre. Y las palabras dulces de la Madre.

- ¿Quieres poner tú la ropa en la lavadora?- pregunta con calidez su madre. 
- No. - No quiere. ¿Debería querer?
- También es tu ropa. 
- ¿Por qué no suben papá o Carlos a hacer las lavadoras? ¿Por qué siempre subes tú?
- Porque papá trabaja todo el día y está cansado. Yo estoy todo el día en casa y no me importa hacerlo. Es como mi trabajo. 
- Pero a papá le pagan por su trabajo, y a ti no. ¿Por qué?
- Porque ser ama de casa no se paga. Se hace por amor. 

Mía, pensativa, no acaba de entender. Entiende algo, que, posiblemente, no quiera perfilar del todo en su mente de niña. De niña. Aún de niña. 

- Vale, mami. Pongo yo la ropa en la lavadora. Te ayudo. 

Y, dulce. Coge las prendas de ropa, hasta los calcetines - odia los calcetines sucios- y los mete con el cariño y la dedicación que su madre le enseña en la lavadora. 

Chapter 20: Las historias son como niños / The stories are like children (en proceso)



Sigues caminando, como si la historia estuviese aún en el nudo. Para los que no lo sepáis, las historias siempre suelen estar formadas de tres partes, y las tres son fundamentales:

1. INTRODUCCIÓN
2. NUDO
3. DESENLACE

Cualquier cambio o desorden en los componentes de una historia altera el producto final. Aunque no nos demos cuenta, no nos queramos dar cuenta o no lo parezca en un principio.

Tengo que hacer otra importante anotación sobre las historias antes de seguir hablando con Mía, el personaje femenino principal de esta historia.

Esa importante anotación es que las historias tienden a querer desordenarse, porque son como niños. No entienden porque una parte va detrás de otra parte y cada vez que intentas ordenarlas les da la risa y se rebelan. Te engañan, solo para estar desordenadas y que ningún lector llegue nunca a entenderlas. Si les preguntas, te dirán que es porque quieren que el lector se esfuerce, se haga preguntas y lea atentamente. A veces, las historias son muy egocéntricas y quieren que las leas varias veces, por lo que odian que las entiendas a la primera.

Esta historia engaña de continuo.

No quiere que sepas a dónde se dirige.

Pone trampitas.

Nosotros (los que escribimos) creemos en las historias. Es lo que tenemos todo el día en la mente y parece que es lo que nos da de comer. Imaginamos escenas y le cogimos cariño a personajes que deambulan por nuestra mente. Nos enamoramos de ellos. Los odiamos. A veces esos personajes se parecen tanto a nosotros que no los soportamos y dejamos las historias a medias solo porque nos asquea no saber hacer algo mejor que crear algo similar a nosotros.

Eso es lo que me ha pasado con Mía. Que le tengo cariño, pero es estúpida y siempre se equivoca en las mismas cosas.
Y así es como paso de acompañar los relatos de ilustraciones de Conrad Roset a algo más naïf, más ñoño, más romántico... ilustraciones del surcoreano Hyocheon Jeong.
Entonces, solo con el acompañamiento de esta imagen, la historia se reconvierte.
Ayer, al inicio de la escritura, era una historia desordenada. Y ahora es como un perrito que mueve la cola porque ha querido creer en un final feliz.

Chapter 19: amor por capítulos

Él y ella se quieren por capítulos, por etapas, por fases, por capas.
Su historia siempre ha sido así.
Como la de los dinosaurios. Como la de los animales. Como la de las plantas. Hay que nacer, crecer, reproducirse y extinguirse. Y nadie quiere desaparecer. Pero es la siguiente etapa.

Parecen la misma cosa pero nunca son la misma cosa.

Entre el parecer y el ser.

De esos verbos se alimentan las raíces de la historia.