sábado, 18 de junio de 2016

Capítulo 5: No sabemos lo que somos hasta que nos ponemos a prueba · Chapter 5: We don't know who we are until we start to test

Llueve. Y la lluvia le recuerda algo. Inconcluso. Eso que a todos nos viene a la mente con la lluvia. Hay personas a las que les pone tristes. Hay personas que se alegran. La comodidad del momento es el olor a café. Aquella mañana el café, sin embargo, no era para ella. La casa le era ajena. Los ruidos que la rodeaban no eran los familiares. De fondo sonaba, de madrugada, Sabina recitando "Esta boca es mía". Aquella banda sonora no era la acostumbrada, pero podía quedarse quieta en la cama los minutos que duraba la canción para entender el mensaje que su acompañante le quería dar al mundo. Entendido. Hay que mantenerse a cierta distancia, se dijo. Y posó los pies en el suelo. A pesar de que aquellos días no habían sido los mejores y que llevaba más de dos semanas sin salir de aquella cama de sábanas blancas a la que tanto cariño había cogido desde su recién estrenada época depresiva, la noche anterior decidió salir. Salir de noche. Hacía mil años que no lo hacía. Que no salía de noche en busca de Dios sabe qué (Dios bien lo sabrá si existe...) así que tenía miedo de haber perdido la práctica. Vagabundear no es nada fácil aunque las malas lenguas digan lo contrario. Conocer gente no es fácil aunque las malas lenguas digan lo contrario. Y aplacar la soledad es una tarea tan cansada como necesaria en ciertos momentos de la vida. Caminar hacia el deseo. Ver si mis ojos son aún ojos que pueden mirar y ver. Ver si mi olfato funciona. Si soy capaz de escuchar algo de lo que me dicen los desconocidos. Si puedo beber al ritmo de la noche para anestesiarme lo justo para sentir lo suficiente sin sentir demasiado profundo. Bailar. No sé si podrá bailar... mover los pies, escuchar la música. [Escribe, joder, escribe, como si te persiguieran los demonios. Los demonios que te atormentan. No te dejes vencer por ellos. No dejes que te atrapen. Para eso haces esto... para ser más rápida que los demonios o para que los demonios te atraviesen sin hacerte daño. Escríbete una nota mental: debes escribir. Es un deber. Para ti una obligación. Ya basta de autocompasión, de pensar que no vales nada. No lo dejes en no hacer nada para ver que no vales nada. Sé un poco más valiente aunque ser más valiente no te importa nada. No quieres demostrar nada a nadie, pero sabes que al final del ejercicio querrás ser leído, que tu supervivencia dependerá de quien te lea. Es como si fueses un pez. No quieres salir de la pecera para ir a una pecera más grande, luego a una más grande. Un acuario perfecto. Nunca la libertad total, claro que no. La escritura nunca permite una libertad total. Siempre estarás atado a las letras- A estas letras y estas frases. A tus manos rápidas intentando coger la historia que corre por tu mente. La historia no tiene dueño. Te pertenece aunque no sepas escribirla. Y todo este tiempo ha sido el terror a los demonios, que te han cogido y han estado follándote sin nada de amor por todos los orificios de tu cuerpo. Para que no pudieses hacer nada. Y al dejarte cazar, te has quedado sin las manos para escribir la historia que estás pensando, las miles de historias que se han perdido en borracheras, noches de fiesta con música de mierda, compañías defectuosas. Te dejaste cazar. Y dejaste que te chupasen la sangre los vampiros de la vida, que se alimentan de éxtasis ajenos, de sangre fresca, de pasión, de inspiración, de vida. De tu vida. Y tu vida tenía que ser para esto. Tenía que ser para escribir una y otra vez. Mal, bien, qué más da. Manda a la mierda el ser perfecto. Mándalo a la mierda, a nadie le importa más que a ti. De hecho es la imperfección la que lo hará perfecto. Porque la imperfección permite el poder hacerlo. En la imperfección no hay miedo, ni parálisis. No hay el puede ser mejor, solo es imperfecto, y punto. Haz el favor de no dejar que los demonios vuelvan a atraparte, y si quieren hacerlo escribe más y más rápido. Que esta escritura sea el aliento que te falta en la vida. El amor. Que sea el amor sin ser el amor. Pero que lo sea. No le regales a más personas el tiempo de la escritura. El tiempo de la escritura es sagrado. Ama si quieres. Y folla de vez en cuando o cuando lo necesites. Lee, relee. Llora. Habla. Emborráchate. Fuma lo que quieras. Sal de fiesta. Baila desenfrenadamente. Corre. Haz yoga. Pero no dejes de escribir, desde este momento nunca jamás. Encuentra en la vida el dolor y en esta página en blanco el sosiego. Aunque a veces parezca increíble, necesitas este espacio para poder vivir de nuevo. Date este espacio. Es tuyo. NO tendrías que haberlo abandonado nunca. Esmérate. Y deja atrás todos esos demonios o tendrás que renunciar a escribir una sola palabra más. Tendrás que renunciar a ser escritora. No es eso lo que quieres. Quieres seguir escribiendo, como si eso te alejase de la muerte y la locura. Sigue escribiendo. Descansa esta noche de la historia si quieres, respira. Pero confía en ti, y en que podrás. En que naciste para algo más que para el lamento, naciste para escribir, que alguien te lea y comunicarte. Si no puedes de otras formas, la vida te ha dado este talento. Aunque suene pretencioso. Confía en tus habilidades, son las que son. Otras no las tienes. Pero esta sí. Hazlo. Participa en esto. Date ese gusto. Vuelve a escribir la historia sin miedo. Hoy has vuelto a caminar lento para que te pilles los demonios, pero te he hecho escapar de nuevo en este claudator. ] Para Álex es la melancolía. Hoy.

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