sábado, 18 de junio de 2016
Capítulo 2: El despertar · Chapter 2: Awakening
- Mía. Mía. Despierta... cariño despierta...- la escucha de fondo, como en sueños. Alguien que le habla dulce y que le toca el pelo, que la acaricia como una madre. Que le roza la cara y que huele a café recién hecho, a churros.
- Mía. Despierta cariño. - sí. Ya va. Se va despertando, a ritmo de Beethoven. Escucha en su mente las notas de la sonata, del piano lento. Es como si las notas fuesen hilos invisibles atados a su cuerpo y ella fuese una marioneta, que mueven sin descanso. Así es su despertar. La voz cada vez se acerca más. La sonata cada vez es más intensa. Mueve los dedos de una mano. La vuelta a la vida. Siente el sol calentado su piel. Es un rayo pequeño, pero ya está más aquí que allí. Pronto la voz tira con ansia de su brazo obligándola a subirlo por encima de la cabeza. Sus piernas parecen haber entendido que debían moverse. Se estiran. Pronto se encuentra desperezándose lentamente y sin abrir los ojos. Sintiendo unos labios que avanzan poco a poco por su nuca. Por su cara. Cogen las manos que ella abre para brindarlas a la vida. Las cogen. Las aprietan. Las manos son besadas, como el cuello. Y se ve envuelta en el medio sueño, el medio despertar. La voz ahora estira todas sus extremidades, tuerce un poco la cabeza hacia ella, como para que la mire. Pero ella mantiene aún los ojos cerrados. Aún no ha llegado el momento de abrirlos. Y la voz se impacienta. Abre ésta las manos. Las posa en su cuerpo. Ahora su cuerpo siente esos labios, y esas manos abiertas en toda la piel. Suena Para Elisa. Rápidos, rápidos. Los dedos se mueven con la melodía. Su mente se despereza, pero su cuerpo ha dejado de moverse. La voz tiene ansias de ella, pero no quiere seguir moviendo los hilos. Con los ojos cerrados no puede adelantar el próximo movimiento, antes del despertar. Una lengua en la boca. Puede que la del ser amado. Puede que una cualquiera. Ahora es una lengua, no la lengua. No la reconoce. Tiene demasiadas ganas. Va demasiado rápido, Pertenece demasiado a lo despierto cuando ella aún es el trance entre la vida y el sueño, entre la oscuridad y el Sol.
Las yemas de los dedos ajenos entre las piernas. ¡Acabáramos! Su boca se entreabre.
-Mía, cariño, despierta...- no vas a despertar ahora. Ahora que empieza lo bueno. Que empieza el no estar estando más que nunca. Ahora que suena la Appassionata. No. A ritmo del piano de Beethoven... No va a volver del medio sueño. Esto es maravilloso. La voz mueve los dedos... la desea... pero... ¿quiere despertarla? Aún no lo sabe. No parece importarle que no pueda abrir los ojos del todo, que el despertar no llegue por completo.
Un, dos, tres... allegro. Uf.
Dedos prodigiosos son los que tocan este piano... tocan todas las teclas posibles... toca la partitura que se sabe. Seguramente, la habré escrito yo, en algún momento de la vida.
Todo va muy rápido. Mía no quiere despertar. Le ha costado darse cuenta, pero la voz que le habla al oído es la de una mujer. Una no sabe cómo acaba las noches... según que noches...Se abandona...
- Mía... ¿vas a correrte?
Y... como si la melodía llegase a su fin suavemente... abre los ojos y la mira.
Ahí está...
Los dedos prodigiosos. Quizás no sean la llave de su puerta... pero saben cómo utilizar las ganzúas.
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