Cuando Pablo entró en mi vida todo se llenó de tonterías. De silly moments. De tú no entiendes esto y yo no entiendo aquello.
Podíamos pasear. Podíamos tomar el sol. Podíamos oler, calmados, el jazmín que empezaba a florecer en nuestra terraza.
Pero preferíamos "disfrutar" de nuestras tonterías.
Podíamos mirarnos y tocarnos la piel. Y disfrutar del sexo por sexo o del sexo con amor. O de, simplemente, el placer de tener una piel que tocar que no fuese la nuestra.
Podíamos mantener una animada conversación, o no.
Pero nada era suficiente para aguantar el tedio de la vida.
Parecíamos mirarnos y cansarnos. Inmediatamente.
Entonces recordé. Yo no quería escribir esta historia.
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